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MANIFIESTO

Cada día de mi vida me despierto tratando de encontrar respuestas a preguntas que, como conejitos blancos, se multiplican rápidamente y con furor exponencial. Los pensamientos, como una pegajosa multitud, se agolpan y superponen en un afán de ofrecer remedios que delatan su puerilidad en un instante. Yerma es la búsqueda que emprende mi mente en esta pulsión incontrolable de asequir lo insondable y controlar lo caótico. Me encuentro dando vueltas en mi propio laberinto de espejos, pisando mis objeciones, en una convulsa batalla de fragmentos de mí. Entonces mi mano izquierda empieza a moverse. Y con trazos arrulla a mi inquieta existencia, buscando en sus figuraciones alguna respuesta o, por qué no, una nueva pregunta. Así comienza esta danza dialéctica, a veces armónica, a veces violenta, a veces elusiva, a veces más clara, entre estos seres escindidos que me habitan, que dan cuerpo a mis miedos y anhelos, secretos y confesiones, y en este simple, pero a la vez complejo acto de alquimia se genera, aunque sea por un mágico instante, una fusión unificadora, pacificadora, integradora de todo mi ser y de ese universo que por momentos amenaza con disgregarlo todo. 

 

Así, mis obras se presentan como fotogramas de esa búsqueda interior. Personajes solitarios, seres imaginarios, naturaleza en movimiento o en rebeldía, gritos internos, fugas de energía, dioses paganos, símbolos de paz y de furia. Todo eso que me conmueve y me aplasta o me impulsa encuentra su lugar. Es una obra que siento muy personal y a la vez colectiva, en tanto mis experiencias cotidianas me conectan con una red de sufrimientos común o compartida. Y con sufrimientos no me refiero al uso común de esta palabra, sino a la acepción que, en línea con la filosofía hindú o budista, la vincula a todo lo que nos marca o nos impregna, para bien o para mal. De esta manera, la propia experiencia es la barca que me permite recorrer el río de lo universal, en el esfuerzo por generar puentes imaginarios con un todo que, de otra manera, me sería inaccesible.

 

Las pinturas y dibujos son destellos de esa pugna, en tanto cristalizan pensamientos de redención, de ira, de quietud, de introspección, de ilusión, de impotencia. Las uso como ejercicio para tratar de comprender lo propio y lo lejano, de plasmar en líneas lo indescriptible, de hacer propia la esperanza que trasluce un símbolo, de incorporar y amar y embellecer toda esa temida oscuridad que en tiempos de filtros y personalidades de diseño tiene tan poco marketing.

 

A veces una pulsión gusta de lo entreverado y lo agobiante, a veces requiere la síntesis y la estridencia. Momentos de ruido y de furia, de silencio y de calma. Y en esa necesidad van surgiendo distintos entramados pictóricos, que a veces percibo bellos. Un anticuerpo para la locura o una búsqueda de luz, embelesamiento o desesperación, todo eso que transito y que encuentra eco en mis trabajos, encuentra su propia manera de decirse y de verse, siempre un paso adelante de mí, siempre enseñándome a mirarme distinto y revelándome todo aquello que a veces preferiría ser, pero otras veces, por ahí no. 

BEBY FIGUERERO

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